La edad no es un número, es un proceso consciente
Vivimos en una época donde cada vez más personas se atreven a vivir su vida con autenticidad, a cuestionar estructuras antiguas y a construir nuevas formas de relacionarse. Sin embargo, aún arrastramos prejuicios heredados de generaciones anteriores, especialmente en torno a los matrimonios jóvenes o diferentes. Y uno de los más repetidos es la creencia de que “la edad” define la madurez, la capacidad de amar o de formar una familia.
La edad no es un número. Es una experiencia. Es el nivel de conciencia con el que vivimos, las heridas que hemos sanado, las decisiones que tomamos con responsabilidad, y la disposición de crecer junto a alguien, día con día. Hay personas jóvenes con una visión de vida profundamente empática, resiliente y amorosa, y también adultos mayores que siguen repitiendo patrones sin reflexionar en su impacto.
Hoy, muchas parejas no se casan por obligación ni por seguir un guion social, sino por elección. Buscan construir desde el amor, la honestidad, la equidad y la comunicación. Y aunque cada historia es única, es injusto seguir midiendo con la misma vara lo que hoy nace desde lugares más conscientes que antes.
Los matrimonios actuales ya no se sostienen por costumbre, miedo o apariencias. Se sostienen por acuerdos, por proyectos compartidos, por una intención mutua de sanar lo que no se aprendió en casa. Y sí, cometen errores, pero también lo hacen con el valor de desaprender y reconstruir.
Por eso, es momento de cuestionar los juicios que muchas veces provienen de las propias familias. Esos comentarios que en vez de sumar, hieren. Que en lugar de acompañar, alejan. ¿Qué sentido tiene criticar una relación que no se vive? ¿Qué valor tiene invalidar un matrimonio solo por prejuicios sobre la edad, el tiempo o la manera en que fue elegido?
Las familias que juzgan sin entender, sin escuchar, sin observar con el corazón, terminan dañando lo que dicen querer proteger. Porque la crítica constante no une, fractura. Y lo que más necesita una pareja joven como cualquier otra, es apoyo, confianza y un entorno donde crecer sin miedo.
La verdadera evolución familiar no se da cuando todos piensan igual, sino cuando todos aprenden a respetar las decisiones del otro con amor, aunque no las comprendan del todo.
Al final, cada quien construye su camino, pero cuánto más hermoso sería si lo hacemos sabiendo que, detrás de nosotros, hay una familia que, en lugar de juzgar, abraza.
- Alejandra Ojeda, 2025.
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